Las reglas del juego de Anna Casanovas
—Cállate y bésame, Kev. —¿Kev? —Su propio nombre le resultó prácticamente impronunciable. —Sí, Kev. Bésame. —La mano que tenía todavía cerca del rostro de él se movió y le apartó un mechón de pelo de la frente—. Bésame, quizá así podré dejar de pensar en ti. |