Andrea Leal

—Entonces ¿ya superarás al que te gustaba la semana pasada? ¿Cómo se llamaba? -pregunto ella mientras limpiaba la barra.
—No me gustaba, se me hacía guapo. -le recordé.

—Quisiera odiarte, de verdad, lo quería... pero no puedo -dije finalmente

—Has cambiado mucho -comento.
—Fue a la fuerza

—Las personas cambian.. ya sufrí mucho por ti, pensé que jamás te volvería a ver ¿entiendes? Jamás pensé que me iba a cruzar en tu camino. Lo acepte y seguí adelante

—Volvi por tí. -escuché que dijo detrás de mí

—El dinero no puede comprar felicidad.
—No, no puede. Ni llenar vacíos, ni personas que te quieran.

—¿No te rendiras?
—Ya te dije que no.

—Es hora de seguir, ¿cierto? -pregunte.
—Es hora de vivir.

En una hora que había estado en casa, había pasado por varias etapas, ya había llorando, enojado, reído y hasta las tres cosas al mismo tiempo

—Te amo -dijo él mirándome a los ojos.
Me quedé quieta. Todo a mi alrededor se quedó en silencio excepto sus palabra. Olvidé por un momento que existía un mundo a mi alrededor, sólo estamos él y yo

Lo puedo describir como en las historias que nos cuentan cuando somos niños, caballeroso y romántico, todos los días encontré a la forma de hacerme sonreír y eso es algo que nunca pensé que me iba a pasar.

—Me diste mal tu celular -comento él mientras yo agarraba un palito.
—Pense que no querías llamarme -confese.
—Pense lo mismo cuando no recibí tu llamada. -sonrió.