María la noche de Anacristina Rossi
Fue en una reunión familiar donde el tío Arnoldo. Acababa de cumplir yo catorce y andaba muy incómoda pues me habían empezado a crecer unos botones en el pecho antes liso; dos botones que no sólo me estorbaban sino que eran cuernecitos sensibles que con sólo que algo los rozara me provocaban terribles ansiedades: ganas de correr llorando, de nadar desnuda, de montar a caballo sin los pantalones, de oír canciones de Lola Beltrán. Mamá me compraba camisetas ceñidas con el pretexto de que papá estaba pasando una pésima racha en sus negocios y eran las más baratas. Con eso era imposible disimularlos. A la fiesta donde tío Arnoldo llegamos papá, mamá, mis hermanos y yo directamente de la estación de tren, veníamos de nuestra finca predilecta: Santamaría, en el Caribe. Yo les rogué que me llevaran a la casa para cambiarme la camiseta por un vestido suelto, flojo, pero papá había dicho: “¡No! ¡Ya estamos atrasados!” Mi vergüenza no les importaba en lo más mínimo. |