Jamás habría pensado que en algún momento de mi vida leería algo escrito por Ana Obregón, pero así es la vida y sus sorpresas. No entiendo qué me ha llevado a leer este libro, la verdad. Estoy tan asombrada como cualquiera que me conozca. Nunca me han gustado los famosos, las fiestas, los programas de televisión en que salen o se habla de ellos… ni siquiera sé quién es quién en esos circos. La prueba la tengo en que hay un programa en España en que los famosos salen cantando disfrazados, que ve mi cuñada y cuando se quitan las caretas me quedo igual porque no conozco a prácticamente ninguno. Lo que es un cachondeo en la familia, claro. Pero… esta mujer ha perdido a su único hijo y mi alma de psicóloga frustrada me dice que, si alguien tiene algo que contar, aquí estaré para escucharla. Todo esto, unido a que soy adicta a las emociones fuertes pero, egoístamente, prefiero sentirla leyendo que en carne propia, he pensado en fustigarme durante unas cuantas horas con la lectura de este testimonio de dolor infinito. Admito que literalmente no es gran cosa, la forma de contarlo es un caos absoluto, pero es que así debe ser la vida de una madre a la que le dicen que su hijo se está muriendo. Más allá de su prosa, me ha descubierto a una Ana a la que los focos no dejaban ver, una madre unida a un hijo en una lucha contra el tiempo, viviendo una pesadilla de la que no es posible despertar. Una pesadilla que supongo hemos tenido todas las madres y por la que nos quedábamos viendo cómo subía y bajaba el pecho de nuestro bebé antes de irnos a descansar. Y esa segunda parte, escrita por el propio Aless, me ha gustado mucho menos, no tiene la fuerza de esa leona cuidando a su cachorro, pero también es cierto que es menos caótica. Es una lectura desgarradora, en la que he usado muchos clínex, desde la primera página. Me asombra poder decir que aconsejo esta lectura si, como yo, sois un poco masocas. + Leer más |