Immorality Act de
Ana Moya
A veces deseaba que los negros no existieran. Que no hubieran existido nunca. No haber conocido a Lungile jamás, dejar de recordar y ser, como antes, indiferente a todas las injusticias que lo rodeaban. No reconocerlas. No haber visto nunca los golpes en la cara de su amigo. No tener conocimiento de que su vecino Stein estaba organizando una patrulla vecinal preparada para disparar a discreción a los negros que se atreviesen a transitar por el barrio durante la noche en homenaje al toque de queda desaparecido. Había mucha gente interesada en que no cambiasen las cosas. Ahora que el gobierno había dejado de ser tan estricto, que ya no podía controlarlo todo. Exacto. Ya no podían con todos. Los de fuera, los de dentro. Los mendigos deambulaban por todas partes y los ilegales profanaban los templos sagrados.