El inesperado plan de la escritora sin nombre de Alice Basso
A muchos les gusta el olor del papel. Algunos incluso se vuelven locos con él. Cuando compran un libro, se acercan la nariz y aspiran intensamente mientras entrecierran los ojos. EN ocasiones, gime. Si entran a una biblioteca, inspiran a pleno pulmón como si estuvieran en alta montaña; luego extraen un viejo volumen del primer entrepaño e introducen en él la cara con la intención aparente de besarlo. El olor del papel, en realidad, es olor a muerte. |