Mundo de siete pozos de Alfonsina Storni
Selvas de ciudad. En semicírculo se abre la selva de casas: unas al lado de otras, unas detrás de otras, unas encima de otras, unas delante de otras, todas lejos de todas. Moles grises que caminan hasta que los brazos se les secan en el aire frío del sur. Moles grises que caminan hasta que una bocanada de horno del norte les afloja las articulaciones. Siempre haciendo el signo de la cruz. Reproduciéndose por ángulos Con las mismas ventanas de juguetería. Las mismas azoteas rojizas Las mismas cúpulas pardas. Los mismos frentes desteñidos. Las mismas rejas sombrías. Los mismos buzones rojos. Las mismas columnas negras. Los mismos focos amarillos. Debajo de los techos, otra selva, una selva humana, se mueve. Pero no en línea recta. Troncos extraños, de luminosas copas, se agitan movidos por un viento que no silba. Pero no alcanzo sus actitudes, ni oigo sus palabras, ni veo el resplandor de sus ojos. Son muy anchas las paredes; muy espesos los techos. |