La noche que paramos el mundo de Alexandra Roma
A Noah no querías memorizarlo. A Noah no querías besarlo. Con Noah era otra cosa distinta de la voluntad. Eran el cuerpo y las sensaciones que no tienen nombre las que te pedían más y más, como el estremecimiento en la parte baja del vientre que me hizo apretar los muslos cuando sus ojos chocolate quedaron fijos en los míos. |