No soy muy amigo de los artefactos literarios, de los experimentos del estilo “voy a escribir una novela de 400 páginas sin un punto y seguido” y cosas de esas… Creo que una cosa es trabajar con las palabras, con la lengua, con un idioma, con las estructuras, estirarlos, manipularlos, y otra muy diferente, que esos ejercicios de virtuosismo, una vez comprobado que se puede conseguir (otra cosa es que se pueda entender), suelen derrumbarse como un castillo de naipes. Quizá el libro más experimental que he leído en mi vida sea “Cristo versus Arizona”, que por mucho que provenga de la excelsa pluma de Camilo José Cela, me pareció en su momento de todo punto insoportable. Lo siento. No hay nadie perfecto. No son estas las lecturas que me motiven ni me atraigan. Como no me atrae “Finnegans Wake” y otros muchos clásicos de los que está prohibido hablar mal en público. Hace unos días he acabado de leer “Los palimpsestos”. Se trata de una divertida y absurda novela firmada por la polaca Aleksandra Lun. El libro tiene varias cosas dignas de ser reseñadas. La primera de todas, que siendo su autora polaca de nacimiento y siendo el polaco su lengua maternal, la novela está escrita en español. De hecho, toda la trama argumental se basa en la necesidad (o no) de escribir en una lengua que no sea la natural del literato de turno. El protagonista de “Los palimpsestos” es Czeslaw Przesnicki, fracasado novelista polaco que acaba ingresado en un hospital psiquiátrico de Bélgica por su querencia a escribir en un idioma que no es el suyo, en este caso, el “antárctico”. Por las pequeñas páginas (la edición, de la editorial Minúscula, hace justicia al nombre de la misma) pasan autores como Joseph Conrad, Vladimir Nabokov o Isak Dinesen, por citar sólo unos cuantos. Todo poseen en común dos aspectos: o bien han escrito toda (o casi toda) su obra literaria en una lengua diferente a la suya de nacimiento; o bien se terminaron suicidando. La novela está trufada de situaciones humorísticas que rayan el absurdo, de situaciones que se repiten una y otra vez hasta la saciedad ("y se echó a llorar"). De hecho, por el tipo de situaciones que constantemente va viviendo el protagonista, no pude evitar acordarme de “Amanece que no es poco”. Dejando de lado el humor, esta novela es un pequeño tratado de cuales deben ser las actitudes que deben adornar al futuro literato: la valentía, el inconformismo… “Los palimpsestos” es una novela diferente. Se lee del tirón en una hora, y quien quiera ir apartando las sucesivas capas de cebolla que Lun va dejando en sus páginas, descubrirá cuál es el origen de la genialidad y de la creación. A pesar de lo estrambótico, muy recomendable. + Leer más |