Una furia de alas negras de ALEX LONDON
El amor no te hacía tonto; te hacía demasiado inteligente, demasiado rápido. En un respiro, una persona enamorada podía imaginar todo lo que debía decir y lo contrario, cada tono de voz que usaría y por qué cada uno era un error. Podía sopesar cada palabra y analizar cada gesto.
|