Las dos amigas de Toni Morrison
Al principio no nos caímos demasiado bien, pero nadie más quería jugar con nosotras porque no éramos huérfanas de verdad con unos padres estupendos muertos y en el cielo. A nosotras nos habían dado la patada. Ni siquiera las puertorriqueñas de Nueva York ni las indias del norte del estado nos hacían caso. Allí dentro había niñas de todas clases, negras, blancas, incluso dos coreanas. La comida era buena, eso sí. O al menos a mí me gustaba.
|