Navegantes del tiempo de Sjón
La primera reacción de quién viene del mar es una sensación de extrañeza al tener tierra firme bajo los pies. Dura sólo un instante y al momento se ve sustituida por otra, que parece que no acabará nunca: la sed. En un instante escapa de los pulmones toda la sal que uno ha ido absorviendo del aire en el mar abierto; se cristaliza en la lengua, envolviéndola como un ardiente guante de hierro. Sólo una cosa puede apagar ese fuego: el vino.
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