No entres dócilmente en esa noche quieta de Ricardo Menéndez Salmón
Dejar la casa en la que se ha crecido es como cambiar de país. Quizá sea la mudanza más importante en la vida. Más que el matrimonio o que el trabajo. Más incluso que tener un hijo. Porque es tu propio yo, un yo irrecuperable, lo que queda atrás. Al observar por el retrovisor descubres al rey desnudo, un cuerpo que ya no volverá. Es la muda de la serpiente, el harapo de lo que fuiste. Creo que sólo entenderé lo que mi defección significó para mis padres cuando mis hijos se vayan. O quizá ni siquiera entonces, pues ojalá su adiós, cuando llegue, no obedezca a la sensación de habitar en una ciénaga.
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