Desvelos de verano de Martín Kohan
¿Qué sería del verano sin las moscas? Hay una hora bien definida, al empezar cada tarde, en la que ni una gota de vienta sopla y las chicharras, alucinadas, les dan una somera tregua a sus gritos de desesperación. A esa hora el silencio sería absoluto, si no fuera por las moscas; la quietud del mundo a esa hora sería absoluta, si no fuera por las moscas. Daría lo mismo ver una foto que ver la realidad de las cosas. Pero están las moscas y zumban, se obstinan en esos giros alocados en torno de algo o en torno de nada. El sol lo seca todo, casi lo agrieta: el aire, el suelo, las ramas, las personas. Todo quema o podría quemar.
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