El polvo y el oro de Julio Travieso Serrano
Francisco despertó junto a la mulata Mercedes, dormida boca abajo, y al contemplar su cuerpo semidesnudo, apenas cubierto con la sábana, sintió que el deseo, acallado luego de una noche de besos, mordidas, gritos y ahogos, volvía a brotarle por cada poro.
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