El Zarco de Ignacio Manuel Altamirano
El jinete lo contenía a cada paso, y en la actitud más tranquila, parecía abandonarse a una deliciosa meditación, cruzando una pierna sobre la cabeza de la silla, como las mujeres, mientras que entonaba, repitiéndola distraído, una copla de una canción extraña, compuesta por bandidos y muy conocida entonces en aquellos lugares : Mucho me gusta la plata, pero más me gusta el lustre, por eso cargo mi reata pa la mujer que me guste. |