La bruja de los zapatos rojos de Helen C. Rogue
Le provocaba. Ella no lo sabía, era algo inconsciente, pero Ari le provocaba. Era escuchar el roce de aquellas piernas al caminar a su lado, y todo su cuerpo se tensaba de inmediato. Era notar una mano en su brazo para que la dejara pasar o le prestara atención y todo su cuerpo reaccionaba a aquel roce, provocando un tirón en aquella zona de su anatomía que luchaba por tenerla debajo suyo. (…)
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