El silencio de Dios: Relato de una superviviente de Carmen Susana Calderón
Y entonces, nos hicimos muy amigas...¡Entrañables e inseparables amigas!...Tanto, que cada noche antes de cerrar mis ojos me despido de ella y le digo... "¡Buenas noches muerte, gran amiga mía¡" Y en la mañana, cuando abro los ojos y me doy cuenta de que todavía estoy aquí, primero agradezco a Dios y después digo "¡Buenos días vida, gran amiga mía!" |