La nouvelle espérance de Anna de Noailles
¡Era entonces de esta manera que él la amaba! Por qué no la amaba por lo que tenía en ella realmente de misterioso, por sus ojos de muchas capas de miradas, por sus cabellos tibios como las venas, sus cabellos negros y acres, que tenían el olor del bosque seco y del humo; por su alma en fin, en el fondo de la cual, bajo las ondas enredadas, circulaba la infantil piedra blanca del deseo ...
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