El violín de Goebbels de Yoann Iacono
Y cuando ella emite la última nota y se hace el silencio, nadie entiende lo que está pasando: primero la música y luego la ausencia de ruido afuera, el apaciguamiento, la vuelta a la paz, un largo silencio tranquilizador, respetuoso. Nejiko vuelve poco a poco en si. Oga parece muy conmovido, pero ella no entiende por qué. Y una vez pasado el momento de gracia, unos aplausos atronadores. En el refugio, todos se levantan y empiezan a gritar. Un joven silba. Nejiko tiembla como si acabara de nacer, ahí, en un sótano, en Berlín, con la muerte acechando.
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