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Constanza ha sido suspendida de empleo de sueldo durante unos cuantos meses por haber metido la pata en su trabajo y estar rodeada de auténticas víboras. Por si eso no fuera poco, ha llegado uno de fuera a quedarse con un ascenso que llevaba su nombre. En su vida personal no es que le vaya todo mucho mejor, así que toma una decisión cuyas consecuencias no alcanza a ver: en vez de quedarse en casa haciendo punto y viendo la tele, decide continuar por su cuenta con un caso que dejó a medias antes de su suspensión. Empieza a investigar la desaparición de una anciana ingresada en una residencia aquejada del mal de Alzheimer. Esto no tendría mucho más interés si no fuera porque el nombre de la desaparecida coincide con el nombre de una muerte que ocurrió unas cuantas décadas atrás en circunstancias bastante turbias. Decide tirar del hilo y lo que se encuentra sobrepasa todo lo que había creído posible: vuelve al pasado a encontrarse con una feroz oposición a que siga investigando y desentierra unos hechos pavorosos que ponen patas arriba el presente de algunos. Constanza vuelve a una época en la que el valor de la vida de las personas, el respeto y la dignidad se determinaba por lo que poseían, aunque ahora parece que no se ha mejorado mucho en eso. La manga ancha, mirar hacia otro lado, consentirle todo al poderoso a costa de quien fuera,... Injusticias, aberraciones y tropelías se ponen de relieve en este libro con un aterrador realismo y terminas preguntándote si esto que se ha escrito no es ninguna exageración. El libro se cuenta desde diferentes puntos de vista: la narradora principal es Constanza, que nos va contando como es su vida, pero el usurpador, Víctor, también le da la réplica en algunos capítulos. A los descubrimientos se suma su rivalidad y animadversión así como también habrá amor y romance de fondo. Un libro que toca muchos temas y los hila en una trama bastante compleja que me ha encantado descubrir. No te lo pierdas. |
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