Los penitentes

Es muy complejo asumir la rotundidad con la que una penitencia puede afectar el comportamiento de cada uno de nosotros. Esa sentencia que arrastras hasta sus últimas consecuencias para tratar de purgar hasta su desaparición los más profundos errores que hayas podido cometer. al fin y al cabo, el castigo y las ofensas vendrán determinados por las creencias que cada uno pueda poseer, por su grado de implicación y por su fe en lo que es justo. Algo que no deja de ser único y personal, como es el remordimiento y la purga de nuestra conciencia ¿Cuál es el castigo adecuado para aquellas ofensas que sentimos como propias?

Estas cuestiones están presentas en esta novela de J.E. Álamo en donde nos acercamos a varios personajes cuyo rumbo viene determinado por su pasado. Desde un detective encargado de investigar los violentos crímenes que están devastando a los párrocos dentro de sus iglesias a una vieja y misteriosa mujer a la que llaman la Bruja , dispuesta a asumir la maldición que acarrea a su paso hasta sus últimas consecuencias.

Sin embargo, esta historia va más allá de esos personajes para formar un entramado en el que toda la sociedad, cada uno de sus habitantes pertenecientes a la comunidad bajo el cobijo de la Iglesia de la Santísima Trinidad, formará parte de la narración. Desde el ambicioso párroco que ve relanzada su oportunidad de retomar la senda de sus fieles a la arisca carnicera que ha tenido que sobrevivir ensuciándose las manos. Desde el malhumorado dueño de un bar que te pone el café deseando que le dejes en paz a un viejo loco adicto al tabaco con momentos de lucidez. Personajes cotidianos que, como no, son esclavos de sus propias penitencias.

La gran cantidad de personajes que van surgiendo a lo largo de cada uno de los capítulos impide que apenas puedas empatizar con ellos aunque eso, en una novela como es Los penitentes, se agradece. Quizás por lo reconocible que resulta confirmar las miserias que se esconden detrás de las fachadas de cada uno de ellos. Dicen que entre las habilidades que tiene el diablo está la de hacernos creer a todos que no existe. de ahí que en una historia como esta J. E. Álamo opte por ir empapando las letras de la novela de todas las caras posibles en las que se puede ocultar el mal, terminado por aceptar el olor a azufre que rezuma cada párrafo.

Pero no hay que olvidar que esta historia lleva la penitencia impresa desde su inicio, con el anhelo de poder alcanzar el perdón sincero ante nuestros pecados. Esto empieza a cobrar todo el sentido del mundo una vez te alejas de la historia para, desde lo lejos, contemplar todos los hechos narrados. Habrá quien juzgue de tramposo al autor, pero el mismo te había ido susurrando a lo largo de sus páginas, escondidos en medio de las atrocidades de artificio, sus gritos de redención.