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Leí las primeras líneas y no pude parar más: ¡me enamoré! La intrigante voz que el escritor le da a la antropóloga protagonista, ella en el centro de la selva Amazónica, aislada de todo contacto humano, me cautivó. Escuchemosla: ¿Muerta? ¿Muerta yo? A quién se le ocurre. No mientras me quede una sola palabra por decir....Llevo aquí casi un mes y medio sin ver a nadie. Mentira: una vez por semana viene Amkiel a traerme provisiones. Los martes, creo, aunque mi noción del tiempo no es demasiado fiable. Aquí todos los días se parecen. No sólo conoceremos a este personaje y sus estudios sobre las tribus indígenas y su relación con la muerte. También veremos cómo su familia se maneja ante un rumor que los golpea de llenos, secretos familiares que se esconden a plena luz del día, los nombres que les ponemos a las cosas para identificarlas como propias y no perderlas en el tiempo y en los cambios en que nos envuelve la vida. La historia de su esposo el pintor es magnófica, igual que los viajes en bote, cada detalle sumando para visualizar a estos personajes, quienes crean leyendas para contar su propia historia. Dice de Hériz: "En el origen de esta novela están las horas que pasamos tratando de explicarnos a nosotros mismos, preguntándonos ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos? |
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