Juncal

En caló, «juncal» significa «espléndido», mientras que la RAE recoge como segunda acepción el significado «gallardo» para dicha palabra. José Álvarez, protagonista de Juncal (Fulgencio Pimentel, 2018), es espléndido y gallardo, además de torero, y Juncal es su nombre artístico.
Esta novela de Jaime de Armiñán (Madrid, 1927) es una carta de amor de Juncal, un torero que podía haber sido de los más grandes pero al que una cornada condenó al retiro y al borde de la miseria y el olvido. El narrador es Domingo Camprecios, un eclesiástico que relata la vida de Juncal a partir de la unión de varios testimonios, principalmente el de Búfalo, amigo y confidente del extorero en sus últimos años de vida. Igual que Búfalo, otros personajes como Julia, Teresa o Bernardo desfilan por estas páginas.
Estas son unas memorias «incompletas y confusas», según Camprecios. Sin embargo, él dice no ser un fabulador, y muchos menos novelista. Comienza hablando sobre el toreo como costumbre, así como que el papa Pío V a través de una bula de 1567 abolió las corridas de toros o que el rey Carlos V mató un toro en Valladolid. de ahí, pasa a exponer el devenir vital de Juncal y su caída en desgracia, cuando ya no tenía «ni aplausos, ni popularidad, ni nada: solo una cajetilla [de tabaco] y mil pesetas diarias».
Esta novela tiene como tema central el toreo y la tradición, pero aborda también otros como el sentimiento de fracaso, la nostalgia, la amistad o el recuerdo de un tiempo pasado más próspero. Es una obra profundamente sobre el miedo: a salir al ruedo, a morir a causa de una cornada, pero también miedo a la soledad, al fracaso, a la frustración, a caer en el olvido. Juncal solía pedirle a su amigo Búfalo que le relatara cómo fue una de las tardes más gloriosas de su carrera como torero para rememorar que una vez fue grande. Para recordar que en algún momento hizo las cosas bien y hubo gente que le quiso, le admiró y le siguió, y así olvidar su desastroso presente.
Hay quien describe la vida de Juncal como una trayectoria lineal compuesta por aprendizaje-éxito-desgracia. Sin embargo, como todas las vidas, la del extorero es más compleja que eso, llena de salpicaduras, cornadas, idas y venidas, glorias y frustraciones. En una ocasión, Juncal acude a una corrida en Madrid y cuando está a punto de empezar decide marcharse. Su compañero Búfalo lo retiene y le dice que de cobardes nunca se ha escrito nada. Tener este libro sobre Juncal en las manos demuestra que, finalmente, el extorero fue valiente hasta el último de sus días.
El autor crea atmósfera e introduce al lector en ella para que sienta la vida de Juncal desde dentro, como un espectador más que observa la corrida de toros en la plaza. El lenguaje es preciso y precioso, con diálogos sueltos y andalucismos, y atrapa aunque el lector no sea afín a los toros. Aunque considero que le falta un escalón para ser una obra maestra, sí se trata de una grandísima novela, tanto en extensión como en edición y calidad literaria, que no debe pasarse por alto si se quiere disfrutar de una dosis considerable de entretenimiento y reflexión.
El miedo atenaza a Juncal por momentos, pero él tiene arrojo y se enfrenta a esta emoción primitiva e inherente al ser humano. «Ya es mala suerte que te toque un toro toreao», dice el protagonista. A él la vida le ha venido toreá, pero, aun así, le echa cara. al final de la obra se incluye la letra de un pasodoble, que dice que Juncal es un lucero y, por otro lado, que es el primero. Podemos concluir que Juncal, aunque no fue un torero pionero ni el que más lejos llegó, sí fue el primer lucero que tocó lo más alto y lo más bajo sin perder nunca su luz.