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“La casa del álamo” comienza con una llamada que anuncia a una madre y una hija la muerte de su antigua casera. Este hecho desencadena en Chiaki, la hija, toda una serie de recuerdos de su infancia en La Casa del Álamo. Allí se mudaron tras la inesperada muerte de su padre y pasaron unos años que serían cruciales para el desarrollo de su vida. La Casa del Álamo fue su hogar durante un periodo duro, donde tuvieron que rehacerse y aprender a seguir adelante. Durante esos años, Chiaki traba una amistad con la huraña casera, que ya entonces era muy anciana. Esta le confiesa a la pequeña que tiene una gran misión que es hacer llegar cartas a las personas que han muerto (sabéis que no hago nunca spoilers, lo pone en la portada del libro). Esta información será un punto de inflexión para Chiaki, quien se encuentra sumida en el duelo por la muerte de su padre. Algo tremendamente maravilloso del libro es que cerca del 90% son recuerdos de Chiaki, por ello, la narradora es una niña. A través de sus ojos ingenuos veremos como se enfrenta a la muerte, al miedo, a los cambios inesperados y también nos hace reír en un par de ocasiones con esa autenticidad y sinceridad tan propia de los más pequeños. La Chiaki niña mediante preguntas a los adultos que la rodean pone sobre la mesa algunos de los grandes interrogantes que nadie puede contestar (y que invitan al lector a pensar). La autora, Kazumi Yumoto, capta perfectamente esta mirada de la infancia, reflejada sin artificios ni da la sensación de estar forzada en ningún caso. De esta forma, de nuevo vemos la muerte como uno de los temas recurrentes en la literatura japonesa. Aunque no es una obra lúgubre, ni mucho menos. Más bien profunda. Me ha encantado como la pérdida y la muerte, a pesar de ser el tema principal de la obra, simplemente se nos presenta como una especie de paraguas que lo envuelve todo de una forma tan natural, sobre lo que reflexionar y que en muchos casos, puede no ser solo un final, sino dar las fuerzas necesarias para empezar algo nuevo. Quizá precisamente por esa sutilidad tan japonesa a la hora de abordar este tema, hace que la obra sea tan conmovedora. Estamos ante una historia sencilla y llena de cotidianidad, conmovedora, triste pero reconfortante que nos recuerda que cada persona se enfrenta de una forma diferente al duelo. Se lee solo, ¡os prometo que os encantará! Yo por mi parte… ya me he hecho con más obras de la autora. |
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