El lector común

No conozco ningún crítico profesional, no tengo relación con nadie que haga de sus reseñas un medio para ganarse el pan. Tampoco estoy de acuerdo con que abogar por la objetividad sea totalitarismo: todos somos únicos y así deberían ser nuestras vivas visiones, lo que no obsta para que me repugne el aborregamiento, para que se me haga arduo aceptar tu entusiasmo por Marcial Lafuente Reverte y, al mismo tiempo, contemple con pícara perplejidad que aceptes apoquinar por participar en un taller de lectura de algún "clásico".

Bien, lo dicho: la señora Stephen / Woolf está muy alto en mi podium personal de Grandes de la Literatura, y siempre es un gozo, continuo y constante, la lectura de cualquiera de sus obras. El asombro y la admiración que despiertan su certera trabazón del lenguaje para exponerNos está también presente en sus obras más "teóricas", en sus ensayos casi siempre tan fragmentarios como esta colección de "charlas", de conferencias acerca de la literatura.

Con su habitual y extraordinaria sagacidad va desválandonos y compartiendo con nosotros sus personalísimas y tan sagaces que podríamos considerarlas "instant classics" (también éstas) impresiones y valoraciones acerca de los griegos, de Mary Wollstonecraft (impresionantes ambas), Hardy, las Brontë o incluso la misma Austen, ("Había ideado un método, claro y sereno como siempre, pero más profundo y más sugerente, para transmitir no sólo lo que la gente dice, sino lo que calla; no sólo quiénes son, sino qué es la vida.") de quien me falta tanto por aprender.

Una reivindicación del goce de leer, sí, y también una brindis a nuestra visión personal, pero también un grito por hallar algo más, otro filón, que hay mucho por descubrir, y encontrarlo por nosotros mismos, por favor.