Ciudad en llamas

Desde el origen de los tiempos bien sea por pasión o aún más por defender su hombría, el macho cabrío ha cometido múltiples estupideces.

Quizá la más celebrada fue la guerra de Troya. Díez años a palos por un ataque de cuernos.

Y por supuesto la culpa, de Helena, que para eso somos los "inteligentes"

Don Wilnslow lo intenta, pero para mi gusto no lo consigue. al menos la parte positiva es que me ahorro dos libros de su trilogía.

Ciudad en llamas es un thriller de mafias que se respetan hasta que un "Paris" irlandés tan guapo como pusilánime y vago le roba la chica al clan italiano. Liam se llama el angelito.

El italiano, más feo que un tamagotchi recién salido de la ducha, se siente ofendido y le da una paliza al enemigo de lo ajeno, dejándolo más tonto de lo que estaba.

Y de este caldo sale una guerra entre los Moretti y los Murphy. Que si yo me cargo a uno de los tuyos, que ahora en venganza matamos al primo de la hermana del herrero y así hasta dejar las calles de Providence hechas un asquito.

La comparación con la Ilíada de Homero no es cosa mía sino una pretensión editorial al que el mundo conoce como Marketing.

Que Pam sea una Helena "moderna" es querer mear muy alto para un personaje tan simple como el norteamericano perfila.

No hay más. Fin del argumento. Plano, pobre, menudo.

Bien es cierto que la novela tiene un ritmo in crescendo muy adictivo hasta volverse frenético ideal para aquellos que gusten de obras donde el cerebro solo reciba impactos mientras descansa.
Ojo que son tan necesarias como el pan nuestro de cada día.
No siempre podemos estar intensos y por ahí Ciudad en llamas encuentra su hueco.

Ni siquiera Danny Ryan (encantado de conocerte, ya te llamaré) prota de esta saga es el "Héctor" que de él esperábamos, un poco más inteligente que el resto, pero vamos que primaria se la sacó justito.

Si lo comparamos, ¡qué se yo! con El padrino de Puzo, la novelita se queda en comida rápida.

Y en estas "gastronomías" como todos son iguales, mejor probamos otros sitios y así cambiamos el plato.