El zoo de cristal / Un tranvía llamado Deseo

Comentario para Zoo de cristal)

Decía Virginie Despentes en su impresionante Vernon Subutex que “Somos inquilinos de las situaciones, nunca propietarios”, y todos sabemos lo difícil que puede ser hacer frente a las condiciones que se nos impone en el contrato de alquiler. Este es el caso de los personajes de El zoo de cristal, personas que se sobreponen a la poca fortuna que les ha reservado el destino haciendo lo que pueden. El drama es que lo que pueden queda lejos de ser suficiente o incluso aceptable por ellos mismos.

Amanda hace muchos años que ya no es la popular princesita sureña rodeada de apuestos pretendientes que fue o que cree haber sido. Ahora vive una existencia vulgar en su vulgar piso, abandonada por su marido y volcada en sus dos hijos, Laura y Tom, que, pese a sus continuas manipulaciones, no pueden recompensar a su madre por tantas ilusiones rotas.

Laura, simplemente, es incapaz de vivir. La cojera que sufre desde niña ha sido un factor determinante en su alejamiento del mundo al que ha sustituido por la colección de pequeñas figuritas de cristal que cuida obsesivamente y que son símbolo de su fragilidad. En una conmovedora escena que comparte con un posible pretendiente que su hermano ha llevado a casa instigado por su madre y por sus ganas de buscar una salida a su propia situación, Williams nos hace trágicamente conscientes de lo distinta que podría haber sido su vida en otras circunstancias.

Tom, el hijo mayor de Amanda, es el narrador, el que vuelve a ese sitio y a ese momento de su vida en el que se decidió su destino, en el que se entabló la lucha interna entre ir tras sus sueños o quedarse y hacer frente a sus responsabilidades.

“¿Quién demonios es capaz de salir de un ataúd sin quitar un solo clavo?”

Uno de esos dilemas vitales en los que, a poca conciencia que se tenga, siempre se pierde, da igual el camino que finalmente se elija, uno se siente abocado a no ser. Mala suerte, amigo.

“Eres el único joven de los que conozco que ignora que el futuro se convierte en el presente, el presente en el pasado y el pasado es un remordimiento eterno si uno no hace planes con antelación.”

Aunque el teatro es escrito con el fin de ser representado, cuando nos encontramos con obras como esta uno no puede sino rendirse a su fuerza, a tal demostración de talento, y sentir como su mente se convierte en ese escenario por el que, sin mucha dificultad, Tennesse Williams extenderá ante nosotros un trocito de la vida de unas personas que se debaten entre lo que desean y lo que el destino les permite alcanzar.