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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
09 February 2021
Tengo La dama desaparece en casa desde el mismo instante en que llegó a las librerías, y de eso hace ya casi cuatro años. ¿Por qué no lo he leído antes? Pues por la misma razón que esgrimí varias veces el año pasado a lo largo de mis reseñas para el reto de Todos los clásicos grandes y pequeños: porque ya conocía la historia, y prefiero dar paso a otros libros de los que no sé nada. Aun así estoy usando el reto precisamente para ir saldando deudas con estos pobres libros a la espera (además siempre termino disfrutándolos mucho aun sabiendo lo que va a pasar).

Iris Carr está de vacaciones juntos a su grupo de amigos en una parte indeterminada de Europa, y no son demasiado populares en el hotel en el que se alojan. Son los típicos niños mimados de la alta sociedad inglesa que actúan como si estuvieran solos en el mundo y sin pensar en las molestias que causan a la gente que les rodea con sus salidas de tono. Iris es una más de ellos y se muestra ociosa, presumida y egoísta, pero esconde un corazón generoso y compasivo que le hace preocuparse por los demás mucho más de lo que aparenta. Tras una discusión sus amigos se marchan dejándola sola, con lo que tendrá que emprender la vuelta a casa sin compañía, sin entender ni papa del idioma de la gente que le rodea, y para colmo sufre una insolación que casi le hace perder el tren. Menos mal que en su compartimento conoce a la señorita Froy, una institutriz inglesa de mediana edad que la adopta casi de inmediato. Es un poco pesada, habla demasiado, pero Iris agradece tener a alguien con quien poder hablar... Sin embargo, cuando despierta tras un agitado sueño la señorita Froy no ocupa su asiento, su maleta también ha desaparecido y lo que es peor, mucho peor: el resto de ocupantes del compartimento dicen que jamás ha existido ninguna señorita Froy y ese asiento ha estado vacío todo el tiempo. Iris sabe que no está loca (¡si hasta ha tomado el té con ella en el vagón-cafetería!) pero para que empiecen a buscar a la señorita Froy necesita demostrar su existencia, algo en apariencia fácil que demuestra ser mucho más complicado conforme pasan las horas.

¿Qué tendrán los libros ambientados en trenes que tanto nos (me) gustan? Y si hay asesinatos, misterios, suspense... ya es el acabóse. La situación de por sí da mucho juego: espacio cerrado en marcha (no se puede huir a ninguna parte ni hay espacios donde esconderse durante mucho tiempo), un número elevado de personas que no se conocen entre sí y con las que se impone convivencia obligatoria de una manera o de otra... Pero es que además la autora introduce en esta historia otro elemento, y es el de un tren que utilizan tanto turistas extranjeros para volver a sus lugares de residencia como lugareños, lo que añade a todo lo de arriba la imposibilidad de comunicarse entre unos y otros y de hacerse entender de una manera adecuada (que esa falta de entendimiento sea en ocasiones intencionada o no es otro cantar).

White se toma su tiempo antes de subir a Iris al tren para que no solo conozcamos el peculiar carácter de la protagonista, sino para acentuar lo aislada que está por diversos motivos (abandonada por sus amigos, incapacitada para entender nada que no sea el inglés, acostumbrada a que los demás tomen decisiones por ella y supeditada al desagrado que sienten por ella el resto de turistas ingleses que hay en el hotel). Todo ese aislamiento se intensifica al subir al tren y verse encerrada en su compartimiento con otras seis personas con las que no puede comunicarse a excepción de la inglesa señorita Froy, que se convierte en su punto de referencia dentro del tren, su única posibilidad de establecer cualquier tipo de trato y de la que, gracias a su enorme locuacidad, sabe muchas cosas en muy poco tiempo. Por eso cuando desaparece se niega a aceptar que no existe, se niega a claudicar cuando le dicen que la ha soñado, se niega a bajar los brazos y a dejar de luchar por ella: si existe la más mínima posibilidad de que le haya pasado algo, tiene que ayudarla y llevársela de vuelta a sus ancianos padres y a su perro, que la están esperando tras muchos meses separados de ella. Ese corazón generoso y compasivo que queda oculto cuando está con sus frívolos amigos sale a la luz para ayudar a una mujer que es casi una desconocida para ella.

Pero claro, volvemos al tema principal... ella es la única que parece haber visto a la señorita Froy, y su testimonio por sí solo no sirve. Si todos dicen que no existe y solo ella dice que sí, ya sabemos en qué puede acabar todo (¡menuda neurótica la inglesita esta!). Así que ahí tenemos a la pobre Iris, tren p'arriba, tren p'abajo, que solo sabe hablar inglés y está rodeada de personas que no hablan su idioma, y aquellos que sí lo hablan no quieren saber nada de ella ni ayudarla por malentendidos antes del viaje o por razones personales que Iris desconoce. A eso se añade su insolación, que percibe comportamientos raros entre sus compañeros de viaje y que, tal y como digo arriba, no hay lugar físico donde esconderse ni desaparecer. al fin y al cabo es ella contra todo el mundo dentro de ese tren, y aunque se empeña, se empeña y se empeña, llega un punto en que le hacen dudar de sí misma: el tren va completamente lleno, se ha revisado de arriba abajo, y la señora Froy no está en él. ¿Y si no existe la señora Froy? ¿Y si ese maldito golpe de calor le hace tener alucinaciones? ¿Y si lo ha soñado todo? Porque la incapacidad de demostrar que esa mujer viaja en el tren hace que Iris se cuestione tanta insistencia en enfrentarse a todo el tren por una personal que al fin y al cabo ni le va ni le viene.

No os voy a contar nada de sus compañeros de viaje ni de los demás personajes que secundan a Iris en ese tren. Creo que es mejor ir conociéndolos conforme se va avanzando en la lectura e intentar adivinar su importancia en la trama y sus intenciones ocultas para tomar las decisiones que toman. Tal y como os comento yo ya conocía la historia, conocía el misterio, conocía el desenlace y conocía el papel que jugaban los personajes en toda la historia, y aun así he disfrutado mucho de la novela. Si soy sincera creo que hubiese adivinado el misterio sin problemas sin conocer la historia con antelación (la verdad es que cualquiera acostumbrado a leer misterios clásicos lo adivinaría, no digo más), pero aun así se lee con muchísimo interés, la narración es ágil y muy visual (te mete de cabeza pasillo arriba, pasillo abajo dando codazos y metiendo las narices en los compartimentos), los diálogos están fantásticamente usados para desestabilizar a la protagonista, y además la autora usa a un personaje (que a mí me encanta, por cierto) para lanzar teorías y contrateorías sobre lo que ha podido ocurrir. El lector va por delante de Iris porque tiene información que ella no tiene, así que no solo se imagina la impotencia de la situación en la que ella está sino que le anima mentalmente a ser capaz (¡si le dejan!) de atar cabos y dar respuesta a la cuestión principal: si realmente existe la señorita Froy, ¿qué le ha pasado?

No puedo terminar la reseña sin hablaros de las adaptaciones cinematográficas. Hay al menos tres (que yo sepa): la más conocida (y nada fiel) de todas, Alarma en el expreso, dirigida en 1938 por Alfred Hitchcock; otra (que no he visto) de 1979 protagonizada por Cybill Shepherd (la actriz de Luz de Luna); y la más reciente, que es la culpable de que haya retrasado tanto la lectura del libro porque la vi cuando se emitió en televisión en su día y leí que era bastante fiel a la historia original (y lo es en lo importante con las licencias típicas del cine). Se estrenó en 2013 en el canal británico PBS y es muy entretenida, a mí me gustó mucho.
Enlace: http://inquilinasnetherfield..
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