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Esta reseña es sobre un escritor nacido en el Imperio austrohúngaro. A pesar de que fue alabado por grandes literatos en vida, jamás alcanzó una gran fama. Se suicidó en París, sin fuerzas ya para huir, mientras las tropas nazis entraban en la ciudad en 1940. Su obra tampoco tuvo un recorrido fácil tras su muerte y solo después de muchos años se le está empezando a situar entre los pesos pesados de la literatura del siglo pasado. Este médico de origen judío, de salud enfermiza y carácter fuerte, que frecuentaba los círculos intelectuales de Praga y sacrificó su estabilidad por su pasión por la creación literaria fue, en palabras del traductor y editor de esta edición, Carlos Fortea, mucho más que el amigo de Kafka (como se le suele presentar). Su nombre era Ernst Weiss y esta obra, Franziska (titulada en un principio La lucha), fue su segunda novela (que le valió, por cierto, los elogios de Kafka, aunque la suya era una relación con sus luces y sombras). Escrita en 1914 y publicada en 1916, ya con este libro deja ver lo que luego dirá de él Thomas Mann: Weiss es alguien que tiene algo interesante que decir, es “sencillamente, un narrador”. Franziska es la historia de una mujer en su lucha por alcanzar aquello por lo que ha trabajado incansablemente, convertirse en una gran pianista; pero también es una historia del pathos. En esa lucha vital y profesional se interpondrá su relación con Erwin, lo cual se transformará a su vez en otra lucha, esta de carácter emocional. Esto influye para que se haya tildado a Weiss de escritor psicológico, aunque, desde mi punto de vista, a pesar del gran peso que tiene la construcción psicológica de los personajes, no deja atrás críticas sociales en muchos pasajes: tanto a la desigualdad social de principios del siglo XX como en la situación de Franziska y Hedy, otra joven de la que Erwin estaba enamorado antes de conocer a Franziska y cuya historia afectará directamente a su relación con Franziska. En el plano emocional y sentimental, las diferentes luchas de los personajes se convierten en temáticas universales que dan profundidad a la novela. Ninguno de los tres personajes principales tiene padre (al igual que el propio autor, que perdió a su padre a muy temprana edad). Cada uno afrontará este acontecimiento de forma diferente. La relación de Franziska con Erwin también distará mucho de ser como la de Hedy. La primera renunciará a su frialdad característica entregándose al joven, aunque finalmente antepondrá su propia carrera, siguiendo el ejemplo de Constanza, otro gran personaje femenino de la obra. Hedy, sin embargo, no tendrá en ningún momento el aliciente profesional de Franziska, estará condenada a amar y ser amada como única forma de sentido. La decepción, pasar de que una persona sea tu vida a la más profunda indiferencia, el dolor de una traición o sentir que debes sacrificarte, elegir para poder llegar a ser. Todo ello hace de este libro una joyita literaria. Los personajes femeninos, por su construcción (sobre todo Constanza y Franziska son fuertes, determinadas, brillantes) son los más interesantes en la obra. Erwin resulta muy inferior tanto en interés como en capacidad respecto de Franziska. La pasión de Weiss por la música, su carácter fuerte, su compromiso con el esfuerzo… todos estos elementos están en la protagonista de la novela. Leer el libro mientras se escuchan algunas de las sonatas y conciertos que se mencionan en el mismo ha sido una de las mejores experiencias. de la Sonata en Fa sostenido menor de Schumann al Opus III de Beethoven u obras de Listz o Schubert, Franziska es un viaje maravilloso por la psique y el corazón de estos personajes, pero también por las calles de Praga, o los hoteles y conciertos de Berlín.E |
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