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Crítica de Guille63


Guille63
16 March 2023
Estas cosas ocurren, no es una historia original. Chico conoce novela, al chico le gusta la novela, se ilusiona, le atrae su ternura, su serenidad pese a la constante sensación de fracaso, del presentimiento de una doble pérdida, personal y colectiva. Sus ojos se pasean por las palabras sin obstáculos que salvar, sin cuestas, sin escaleras que entorpezcan el camino por esas callejuelas del barrio antiguo de Plóvdiv; disfruta de esa literatura del instante, del amor por el detalle, de esas gotitas de realismo mágico, herencia, sin duda, de sus genes sefardíes.

De pronto y sin previo aviso, la novela le monta una escena en la que la utilización exagerada de los recursos dramáticos da lugar a un suceso lastimosamente lacrimógeno, seguido, al poco tiempo, de un comentario típico, tópico y gratuito. Algo se ha torcido sin remedio. El chico no deja la novela, dos tropezones no pueden justificar un abandono, pero, sin que el chico sea del todo consciente, la magia ha desaparecido, todo lo que venga a continuación será medido por otros baremos y lo ocurrido hasta ahora toma otro color en el que resaltan demasiado los muchos lugares comunes.

Y uno llega a preguntarse si la novela no ha sentido lo mismo hacia chico, sino es ella misma la que carga las tintas para deshacerse de una forma no sé si cobarde o compasiva de un lector como yo, porque en seguida vienen cosas como "todo fenómeno tiene su lado oculto. A menudo es invisible, pero existe, como el lado oculto de la luna" o "los ojos son ventanas abiertas al alma", frases en las que se hace especial hincapié, que se repiten como si la novela reivindicara su derecho de paternidad, pecadillos que incluso bajo el embrujo inicial le hubieran chirriado, aunque quizás perdonado, pero que ahora el chico es incapaz de leer sin un mal gesto, sin poderse quitar de encima una fuerte impresión de trivialidad.

Y es que todos estos lugares comunes le dejan al chico una sensación de artificiosidad, de un efectismo al que se le ve demasiado la tramoya que lo sustenta. Y ya no hay vuelta atrás, solo falta la última gota que rebose su hartazgo y esta no tarda en llegar: "El alma humana está sellada con un cerrojo complicado, y para los cerrojos complicados, Dios no dio llaves simples".

No sé qué falló si el cerrojo o la llave, pero la puerta se cerró sin remedio y ya no hubo dios que pudiera abrirla. El chico abandonó la novela sin que, todo hay que decirlo, la novela diera signos de preocupación. En fin, será por novelas.
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