UN TESTIGO LLAMADO CERVANTES

Antes de comenzar, debo y, además, deseo agradecer a Sargantana Editorial y a Begoña Valero el envío de este ejemplar.
¡Encantado de colaborar con vosotros!

¿Cuánto no sabemos de este hidalgo caballero, Tercio español, estropeado de una mano y de sus andanzas?
¡Cuánto, todavía por descubrir!

¡Gracias al cielo, que en la tierra a la que sirve de techo, haya gentes tenaces, capaces de encontrar la aguja en un pajar!

Y en este buscar y buscar Begoña Valero tropieza con un ilustre testigo llamado Cervantes en una ciudad cuyo nombre recuerdo a la perfección.
Valencia.

Precisamente, en los arrozales de esta bendita tierra, un niño, con más hambre que estatura, tratando de cazar una rata de Albufera (entonces un manjar) encuentra un cadáver, al parecer, de un joven pescador.

Dos líneas argumentales que convergen en los últimos estertores del siglo XVI, son el eje central de esta excelente novela llena de matices.

Por un lado, en la ciudad de las flores, un asunto de faldas, conduce a cuatro implicados a una inmunda celda, a la espera de un juicio donde los acusados se ven con la soga al cuello.
Pero no es solo eso.

La autora nos pasea por una pretérita Valencia, llena de contrastes. Calles, leyes, usos, costumbres, agricultura y pesca son traídas del pasado por la máquina del tiempo de Valero y su ambientación es, simplemente, sublime.

El segundo tejido argumental se sitúa en Argel. El comercio de esclavos y los 5 años que Miguel y su hermano Rodrigo padecieron en cautiverio bajo el yugo de unos amos cuya piedad aumenta o disminuye en función del valor de su mercancía humana.

Altruista, la alicantina regala a sus lectores una excelente novela, cuando de ella pudo haber hecho dos completamente distintas.

Llena de capas, Un testigo llamado Cervantes es una obra donde realidad y ficción maridan a la perfección.
Trapecista y equilibrista, la autora utiliza su alquimia tanto en la construcción narrativa como en la presentación de los múltiples personajes, pues a pesar del gran elenco, todos son magistralmente introducidos y reconocibles.

Celos, envidias, traiciones, honor, literatura, amistad y un misterio por resolver con demasiados intereses creados gracias a unas singulares apuestas.

Escrita con prosa sencilla, pero con pulso firme, Un testigo llamado Cervantes es una obra de cadencia envidiable y lectura agradable, con el atractivo de estar basada en hechos reales y narrar un suce inédito como el juicio en el que se vio envuelto el futuro padre de Alonso, Sancho, Rocinante y de la literatura universal.
Pura genialidad.