Estación de máscaras

Esta novela forma parte de una bilogía, pero no hay problema en leerlas de forma independiente, de hecho, esta que nos ocupa arranca con un recordatorio de lo acontecido en su predecesora y de los motivos que causaron el destierro de su protagonista, Álvaro Collado, diez años atrás.

Estamos en las semanas previas al golpe de estado en Venezuela, en una revuelta en la Universidad un policía resulta muerto por una bala perdida. El sentimiento de culpa pesa como una losa sobre Álvaro y desde Europa solicita encarecidamente a su acomodada familia que ayude en lo posible a la familia del fallecido y de alguna forma ejercer de tutores del mayor de los hijos, Lázaro Agotángel, un chico un tanto áspero e intratable, pero muy despierto en cuanto a la situación en la que se haya su país y sobre cómo y cuánto quiere prosperar.

Y esto es lo que nos encontramos, un Álvaro que tras tantos años fuera desea recobrar su vida allí abandonada y un Lázaro Agotángel dispuesto a conseguir sus objetivo.

Girando entorno a la vida de la Venezuela del momento, del auge del petróleo, de la agitación social que supuso, de la audacia de sus habitantes y del más bajo fariseísmo.

Aunque estamos ante una historia entretenida y con una temática realmente interesante, sí es cierto que el estilo del autor no ha terminado de engancharme, utilizando el recurso de la narración a dos tiempos, de la analepsis, pero de forma un tanto inconexa, conseguía que en algunos momentos me encontrara algo perdida en el transcurrir de la trama.