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El año pasado empecé a leerlo, pero se ve que no era su momento; algo no terminó de engancharme. Ahora lo he leído sin sentir; la historia me ha parecido muy dinámica, me ha sorprendido que Twain introdujese como clave para la resolución del libro la dactiloscopia, una técnica que en 1894 estaba en pañales (aunque llevaba 20 años hablándose del tema, el primer manual científico nació un año después), y como protagonista un personaje a todas luces "poco interesante", "prácticamente bobo" y al que "probablemente le faltaba un hervor". Juntamos todo eso en una coctelera y nos surge la historia de un negro que no lo es, de un blanco que sólo cree serlo, de un abogado que no parece tener futuro y de un testamento que va y viene en función de cómo se porte el sobrino. El juicio está servido, señores. Pasen y vean. |