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“En realidad, me senté en una silla y permanecí largo rato inmóvil, como bajo el efecto de un hechizo. ¡Cuán nuevo y dulce era lo que experimentaba!… No me movía en absoluto, mirando apenas a mi alrededor y respirando lentamente. Ora reía bajito, evocando un recuerdo reciente, ora me estremecía pensando que estaba enamorado, y que el amor sin duda, era aquello” ~ Primer amor de Ivan Sergueevich Turguenev. Última lectura del mes de enero: el clásico de la semana. Y vuelta a los rusos. En esta ocasión a un autor cuyo estilo no conocía y que me ha gustado bastante por su sencillez. En esta breve obra, conocemos a Vladimir, un joven estudiante que cae perdidamente enamorado de su nueva vecina: nada más y nada menos que una princesa de gran belleza. Y ese encanto de amor provoca en él esos efectos que todos hemos experimentado: no tener ojos más que para su amada y que no pase el tiempo si no es a su lado. La historia no me ha dicho gran cosa en si, ni frío ni calor, aunque reconozco que por momentos, dados los diálogos y situaciones tan absurdas que se plasmaban, me daba la sensación de que todo iba a discurrir por otros derroteros. |