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Crítica de joseluispoetry


joseluispoetry
25 July 2019
LAS BICICLETAS, DE DAVID TOSCANA, EL INICIO DE LA AUTOINTERTEXTUALIDAD.

En la última semana de febrero de 1992, mientras acá en Cuauhtémoc ya se agitaban los duendes literarios para hacer de las suyas, llegaban, desde Monterrey, a la ciudad de México tres escritores noveles que, durante algunos años, habían formado parte de una agrupación cultural, un tanto anárquica, autodidacta, autonombrada “El panteón de la novela” y cuyos nombres eran Eduardo Antonio Parra, Hugo Valdez Manríquez y David Toscana.
En su libro, “Crónicas de viaje”, Hugo Valdez Manríquez, no exento de cierta vanidad jocosa, nos describe paso a paso, las peripecias padecidas por esta tercia de escritores neoleoneses en el Distrito Federal.
No fueron, la jactancia de la voz narradora, ni las autoatribuciones desfachatadas, ventajosas, ni los comentarios, un tanto pedantes y despectivos que hacía el cronista sobre sus compañeros de periplo lo que me impulsó a seguir leyendo; tampoco me atrapó esa personalidad franca, desparpajada y noble de Eduardo Antonio Parra tan bien descrita en aquellas páginas. Me interesó, sobremanera, lo que se dejaba vislumbrar detrás de aquellas bambalinas literarias del libro, sobre el tercero de aquellos personajes, sobre esa presencia semioculta, como queriendo pasar desapercibida, por callada a veces; por ausente, austera, aunque más bien sencilla, de David Toscana.
He aquí una presencia interesante, me dije. Con aquel retrato muy bien logrado, que hacía de él Hugo Valdez Manríquez, me atreví a comparar entonces a David Toscana con la figura, con la imagen de un iceberg, un témpano que siempre está callado, que casi no se mueve, que enseña poco sobre la superficie del agua, que es una metáfora de la vida misma, porque oculta mucho más debajo de ella, que el que casi no decía nada, era el que más tenía que decir.
Con el transcurrir del tiempo, he podido comprobar que aquella intuición de entonces, que mi empatía no estaba mal encaminada. David Toscana se ha convertido en uno de los mejores narradores latinoamericanos contemporáneos.
El resultado del periplo del trío de mosqueteros de la literatura a la gran urbe mexicana, trajo como consecuencia para David Toscana, la publicación de su primer libro en el Fondo Editorial de Tierra Adentro, titulado “Las bicicletas”, en cuyas páginas encontraríamos sus lectores, el surgimiento de algunos de los primeros símbolos que, de manera obsesiva, ocuparían un espacio importante dentro de su narrativa posterior: para empezar, una cantina, un bar, vistos como epicentro del universo narrativo por excelencia; como un punto de encuentro natural y sobrenatural entre sus personajes, tramas e historias.
La cantina de Melitón, en “Las bicicletas”, habrá de ser, qué duda cabe, el reflejo en el espejo del bar Lontananza de un tal Odilón, mencionado fugazmente el que habrá de ser, poco tiempo después, su segunda novela: “Estación Tula” y en la reducida geografía central de su libro de relatos del mismo nombre: “Lontananza”, y, de nueva cuenta, en forma también suscinta, en su obra titulada “El ejército iluminado”.
Para continuar, y regresando a la trama de “Las bicicletas”, un personaje secundario, casi desapercibido, en esta ópera prima, Miguel Pruneda, habrá de concebir un vástago del mismo nombre, mismo que cobrará su mayor importancia, como personaje principal, en el que será el quinto de sus libros: “Duelo por Miguel Pruneda”, iniciándose así, una correspondencia inter y multi textual entre todos y cada una de las obras literarias de este autor regiomontano.
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