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Crítica de Guille63


Guille63
28 March 2023
“—¿Cómo no voy a rechazarte, si me pides que renuncie a mí mismo?
—A mi lado, hallarás felicidad y salvación.
—A ese precio, ni la felicidad ni la salvación me importan.”

Llevo días dándole vueltas al Don Juan que creó Don Gonzalo en esta novela de claro tono ensayístico y no me acabo de hacer con el personaje, será por eso que no me ha calado como lo hicieron sus novelas de la trilogía fantástica con las que, no obstante, comparte esa mezcla de fantasía y realidad burlesca e irónica que tan genialmente sabe construir el autor.

“…el drama de Satanás consiste en que quiso convencerse de que era Satanás sin conseguirlo”

Veo en este Don Juan, y ya les digo que no estoy del todo convencido, una versión del ángel caído, del ser que se rebela contra su destino, del que quiere ser libre aun yendo en contra de su propia naturaleza, pues de otro proviene y no de él. Una idea claramente contradictoria en sí misma, y que, por tanto, lleva a una búsqueda constante, en realidad una huida, condenada al fracaso.

“No era mi voluntad la que movía mis pasos, la que apretaba mis brazos alrededor de los hombros de Elvira, sino la vida y la sangre, las mismas que arrancaban a las flores su perfume sin contar con su voluntad. Me sentí prisionero, abrazado por unos brazos inmensamente más fuertes que los míos… Comprendí que había caído en la trampa, que no era libre, y una vez más se sublevó mi corazón.”

Aunque no será por esto sino por defender la ley no escrita de los Tenorio, una ley de orgullo y honor, por lo que inicia su rebelión contra la ley de dios, con la que entra en conflicto. Una desobediencia consciente, asumida, repudiando cualquier hipocresía, negándose a aceptar cualquier eximente, cualquier atajo.

“«Por ser quién eres, solo por ser quién eres, no puedes hacer esto, ni esto, ni esto otro.» Por ser quién eres, por ser Tenorio. Y en eso, en acatar los límites estrechos que por el nombre me cercaban, consistía la virtud, y solo dentro de ellos podía construir mi felicidad si me importaba… Los hombres del temple de mi padre pueden aspirar a ser buenos, jamás a ser dichosos. La felicidad es para ellos una falta de distinción, algo a lo que solo pueden aspirar legítimamente las almas ordinarias, y que, si alguna vez se alcanza, hay que ocultar como la lepra o el pecado.”

Una rebelión contra dios en la que toma como instrumento a las mujeres, seres que inmediatamente quedan fascinados ante su mera presencia y son transformados al conseguir sus atenciones, bien hacia la santidad, bien hacia el total abatimiento y desesperación, esto es, los crea nuevamente, emulando a dios al que así reta y al que también imita al dejarlas despiadadamente a su suerte, indiferente a su dolor y a su angustia.

A pesar de ello, en estos encuentros, incapaz de encontrar lo que busca —no es placer, tampoco es amor, al menos no el que puede encontrar—, se siente derrotado.

“…pasé del entusiasmo casi religioso, del deseo de hallar a Dios en el cuerpo de Mariana, a la decepción, a la soledad incomunicable del placer. Ahora me pregunto, delante de vosotros: ¿Por qué no lo hizo Dios de otra manera? ¿Por qué hizo hermosa la carne y atractiva, y dijo luego que la carne es pecado? Se lo pregunto a Dios. Y me atrevo a decirle que está mal hecho… Solo en nombre de Dios puedo rebelarme contra lo que está mal en este mundo. Pero si Dios no apoya mi rebeldía, es contra Dios contra quien me rebelo.”

Una doble derrota, pues esa fascinación que ejerce sobre las mujeres proviene precisamente de aquel contra quién se rebela y es posible gracias a la naturaleza de la mujer que de tal forma fueron creadas.

“… tampoco la voluntad de Elvira me había recibido, o, al menos, su voluntad soberana, sino la voluntad sumisa al imperativo oscuro de su sangre”

Don Juan ansía a través del sexo con la mujer una comunión con el universo que no encuentra, topándose siempre con su individualidad, con su soledad en el placer, por el que discute con Dios al asignarle ese estado pecaminoso al mismo tiempo que lo hace atractivo, necesario e incompleto.

“En mí existía una posibilidad de rivalizar con el Señor, y que obraban en mi persona —o, mejor, desde ella— facultades hasta entonces ignoradas que arrebataban a las mujeres, que las hacían desear unirse a mí para toda la eternidad, y que en unión semejante hallaban una suma de dicha cuya naturaleza, pensada, me estremeció.”

Y como todo aquel que vive para luchar contra su enemigo, faltándole este, resignándose a su triste derrota, queda vacío, sin propósito, olvidado, sin vida, algo a lo que deberá enfrentarse durante toda la eternidad. No pudo castigarle su dios con pena mayor.

“Lo que me importa es que Dios me responda de algún modo; que me muestre su ira o su misericordia, que me colme el corazón de dolor, pero me grite: «¡Estás delante de mí, Juan! ¡No te he olvidado!».”
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