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Crítica de Guille63


Guille63
21 March 2023
Es esta una de esas novelas que, como otras mil –salimos a una por mes, más o menos-, ha sido ampliamente calificada como de obra-maestra-injustamente-olvidada. Con un más que apropiado escepticismo ante este tipo de titulares pero con la confianza que la editorial Sajalín me merece, me hice con ella y acerté.

Se dice que es una novela del género negro, aunque tal clasificación sea inmediatamente matizada con expresiones del tipo “poco convencional” o “rompedora de esquemas”. Verdaderamente tiene sus buenos ramalazos del género (mención especial a los magníficos diálogos), pero de igual forma podría calificarse como una novela de carretera o una historia de esas que dicen de colegas. Para mí, es una novela y punto, una muy buena novela, de esas que te ronda por la cabeza durante mucho tiempo una vez la terminas.

Y eso que tiene algunos puntos en contra, como que al autor se le vaya la mano en alguna ocasión con sus diatribas o con alguna que otra escena superflua o alargada en exceso que rompen innecesariamente el ritmo de la narración, fantástico, por otra parte, durante la mayor parte del relato. El final tampoco jugó a su favor, recuerda demasiado al de una mítica película de los sesenta de la que me guardaré muy mucho de desvelar aquí el título (aunque he de reconocer que, al igual que aquella vez en el cine, también aquí me quedé un buen rato pegado a la butaca sin poder mover una pestaña). Pero qué le voy a hacer si tengo esa querencia por estos personajes de perdedores, si me chiflan las historias del sueño americano convertido en pesadilla, si me hierve la sangre con esos hijosdeputa de la América profunda, fanáticos de religión, patriotismo y violencia.

“Bone no había visto nunca tantos letreros de calles con marcas de balazos, ni siquiera en un gueto. Pero luego pensó que no había nada de anómalo en ello: si la beatería y el patriotismo tenían un compañero de cama, ese era la violencia.”

En Cutter y Bone no solo sientes una irritable picazón de hostiar a toda esa basura blanca. Más de una vez (y de dos y de tres) arrojarías por la ventana a los dos protagonistas, y no solo por la de veces que les gritas ¡¡¡ no, jodido imbécil, es que no te das cuenta !!!, sino por lo despreciables que llegan a ser, por lo atractivos que nos resultan precisamente por ser tan despreciables, por hacer de su crueldad algo tan morbosamente divertido y, esto es lo más mortificante, por su jodido éxito con las mujeres, mayor cuanto peor son estas tratadas por este par de… ¿de qué?

Cutter es un personaje de esos que por sí solos justifican una historia, vástago de una familia arruinada (ningún personaje principal procede de los barrios bajos, precisamente), ha salido de Vietnam hecho un trapito físico y mental. Encolerizado con todo y con todos, incluido él mismo, vive de una mísera pensión de guerra entre sarcasmos y borracheras al lado de una hermosa mujer, a la que parece castigar y despreciar por el mero hecho de amarlo, y del hijo común del que solo es consciente cuando este le molesta con sus irritantes lloros. A este hogar feliz se acopla Bone que, ahogado en una vida de joven ejecutivo de éxito, mujer, dos hijos y casa con jardín, lo abandona todo por una vida sin rumbo ni horizonte y en la que sobrevive a costa de las mujeres que se va encontrando por el camino. Dos jodidos perdedores, mucho menos inteligentes de lo que ellos se creen, que intentan jugar una última partida con la vida apostándose el resto y sabiendo y no queriendo saber que las cartas están marcadas y ellos son los primos.

La impresión es que Newton Thornburg escribió la novela en un estado de cabreo importante (quizás esa es la razón por la que se le fuera la mano en ciertas ocasiones), asqueado de toda esa vertiente negrísima del ser humano que tan bien representa una buena parte de su país, con una mala hostia del quince hacia esas cumbres infectas a las que puede llegar este sistema y esta sociedad a poco que se la deje a su aire y sin control, y con una desesperanza mortal sobre las posibilidades del ser humano.

"La vida era brutal y fea y había que soportarla solo, y cualquier amor o belleza que se encontrara por el camino era algo puramente accidental y por lo general efímero. Nada tenía ningún valor en sí mismo. No había ningún patrón oro en la vida. La moneda corriente era el papel, un papel en continua devaluación. Por descontado. ¿Alguna novedad más?"
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