Un hombre: Klaus Klump

“Los animales conocen la ley: la fuerza, la fuerza, la fuerza. El débil cae y hace lo que el fuerte quiere.”

Una guerra se inicia, se vive o se muere, se mata si se puede, la guerra termina y la vida continúa hasta la próxima guerra.

“La democracia es la instalación de la cobardía mutua, y ese sistema nunca parte de una voluntad fuerte, de una intención original. al contrario: es la consecuencia de una materia que se ha derretido. No es un sistema político de material primario. Es el fuego quién hace la democracia. Es el exceso de calor, el calor ya no soportable quien impone la tregua de la calma. Y será después el frío prolongado quien reavive de nuevo la materia principal, la fuerza primera. La democracia es un efecto de la pérdida de fuerza de un conjunto de hombres. Es un incremento de la debilidad global.”

Esto es lo que se narra en esta fragmentaria, fría y pesimista visión del ser humano, pero, claro está, no es solo esto la novela. La novela es lo que hay entre la página inicial y la 93 final en confluencia con lo que somos nosotros, porque, como muy bien dice Vila-Matas en el prólogo de mi edición de Seix Barral, “la experiencia de leer a Tavares significa a veces descubrir que la lectura no consiste sólo en leer un texto, sino en levantar la cabeza, porque ahí empieza realmente —para el lector activo— buena parte de la creación…Y se pierde en diez reflexiones hasta regresar al papel. Es una de las mejores formas de avanzar que se conocen”.

Y así, levantamos la cabeza y reflexionamos cada vez que encontramos cosas como estas:

“Los tanques no tienen tiempo para aprender lenguas.”

“Son buenos los tiempos en los que admiramos a los matemáticos.”

Y así, levantamos la cabeza y nos estremecemos cada vez que encontramos cosas como estas:

“Las madres ya no se conmueven cuando un soldado viola a sus hijas. Las viejas besan a los soldados, no lloran cuando ellos salen: preparan la cena, le dicen a la hija: Volvamos a lo nuestro, hay que hacer la comida cuanto antes. Estira las sábanas, dicen ellas. Y los hijos varones se enorgullecerán de que esas mujeres no hayan llorado.”

“La brutalidad se ha instalado y ya no hace daño a nadie.”

Y así seguimos viviendo sin poder acostumbrarnos a que…

“Mientras, los astros inmundos mantienen su mansa armonía.”