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Crítica de Guille63


Guille63
13 March 2023
Dos estrellas, ¿se lo pueden creer? Pero qué tarugo de lector pude ser en aquella época para solo otorgar dos estrellas a estos maravillosos relatos (vale, no todos, pero sí muchos, los suficientes para las actuales cuatro estrellas). No, aquello no fue un equívoco sin importancia, aquello fue de juzgado de guardia.

Y qué poca consideración mostré con el libro, qué cantidad de rastros de cenizas he encontrado entre sus páginas. Qué rabia me da aquel zoquete lector que yo era por momentos, no es el primer caso con el que me topo en el que no supe valorar como merecía una lectura, una rabia intensificada por la envidia que me produce su vicio tabaquil y por la inconsciencia feliz con la que lo disfrutaba.

Cómo echo de menos ese cigarrito al empezar a leer, o ese otro con el que acompañaba la lectura de los párrafos que subrayaba, que, dadas las dos estrellas que a este le di, no creo que me sirviera ni una sola vez como excusa para el cigarrito que, no obstante, fumaría de todos modos, aunque solo fuera por vicio. Y ahora que sí lo hubiera disfrutado con párrafos como estos, de tres de los cuentos que más me han gustado, soy un maldito exfumador:

“… eso también era dolor, una de sus manifestaciones que alberga la pena, la intolerabilidad de los objetos que nos circundan, su necia y maciza perentoriedad que no prevé los cambios de la vida y que vive en su inmanencia inalcanzable, en una fijeza flagrante e inocente, y, por ello, inalcanzable.” (Esperando el invierno)

“Por eso le tenía rencor, por el modo en que se había estropeado: un rostro triste y anodino en el cuerpo de una mujer cansada. Que era una forma inconsciente pero a su manera pérfida de exhibir los sacrificios que había hecho por él. Era una lamentación, una forma de reproche, una protesta mediocre. En realidad, sólo era la fachada perversa de su frustración.” (El rencor y las nubes)

“Piensa en cuán falsa es la escritura, con su implacable prepotencia hecha de palabras definitivas, de verbos, de adjetivos que aprisionan las cosas, que las blanquean en una fijeza vítrea al igual que una libélula que ha permanecido en una piedra durante siglos mantiene la apariencia de libélula pero ya no es una libélula. Así es la escritura, que tiene la capacidad de separarnos varios siglos del presente y del pasado próximo: fijándolos. Pero las cosas son difusas, piensa Amelia, y por eso están vivas, porque son difusas y sin perfiles y no se dejan aprisionar por las palabras.” (Habitaciones)

Pero qué injusta es la vida, nada de un equívoco sin importancia, de juzgado de guardia es esta vida… algunas veces.
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