Herido

Mathéo Walsh es un joven deportista al que la vida parece sonreírle. Pertenece a una familia adinerada. Es campeón de salto de trampolín. Sus amigos son geniales. Su novia no podría ser más perfecta. Sin embargo, Mathéo se ve sometido a mucha presión por parte de sus padres, con los que apenas entabla conversación, y su entrenador; poco a poco, esto va agotándole tanto física como mentalmente, y tras el incidente de cierto fin de semana el joven no volverá a ser el mismo. Mathéo despierta desorientado y asustado, incapaz de recordar qué pasó aquella noche ni por qué su habitación está destrozada y sus manos llenas de sangre. A pesar de que Mathéo intenta actuar con normalidad, este se da cuenta de que cada vez le resulta más difícil fingir que está bien e ignorar los pequeños retazos de información que va recordando de aquella horrible noche. No puede controlar sus emociones, se altera con facilidad, su pasión por el salto parece haber desaparecido y la única persona con la que quiere estar es con su novia. Mathéo intentará aferrarse con uñas y dientes a Lola, pues ella le hace sentirse tranquilo, normal de nuevo, pero las mentiras empezarán a hacer mella en su relación y al final Mathéo tendrá que decidir si puede confiar en ella para confiarle su secreto o no.

El personaje principal de Herido es, obviamente, Mathéo, pero su familia y Lola también son piezas clave para que se desarrolle esta historia. A pesar de que Suzuma ha utilizado un narrador en tercera persona en este caso -en Prohibido se decantó por la primera-, el lector no puede hacer más que dejarse atrapar por los desgarradores, caóticos e íntimos monólogos internos de un Mathéo cada vez más roto. Se puede palpar su desesperación en cada página, y es que no contarle a nadie lo que ocurrió aquella noche le está asfixiando lentamente, pero Mathéo es consciente de que si la verdad sale a la luz tendrá que pagar un precio; su vida cambiará y puede que aquellos que más le importan le abandonen. ¿Podrá soportarlo? al igual que Lochan de Prohibido, Mattie es un personaje inestable, atormentado, con muchos matices, y que oscila entre una vulnerabilidad tan extrema que acongoja y una valentía que hace acto de presencia en los momentos más inesperados. Puede que a algunos les parezca que sus pensamientos son repetitivos o que él es muy dramático, pero a mí me parece que la autora sabe transmitir a la perfección y de manera muy realista lo que se siente al padecer una enfermedad mental; se nota que ella lo ha vivido en sus carnes.

Lola, por su lado, es una chica muy risueña y dulce, y haría cualquier cosa por Mattie. le apoya en todas sus decisiones y siempre está dispuesta a hacerle reír con el fin de que recuerde que, además de ser un deportista de élite, también es un adolescente que necesita divertirse y desahogarse. La suya es una relación muy tierna y sincera, aunque eso no impide que nos encontremos con algunas escenas cargadas de pasión. La actitud de Lola me gustó mucho; es muy comprensiva y positiva, eso es justamente lo que Mattie necesita para salir adelante, pero no le cogí tanto cariño como a él y no apruebo en absoluto las decisiones que toma al final de la novela. Antes de pasar al siguiente punto quiero mencionar brevemente al hermano pequeño de Mattie, a quien amaréis de lo adorable e inteligente que es. Hay una escena de ellos dos que os robará el corazón, os lo aseguro; la autora tiene una habilidad sorprendente para crear personajes cercanos, transparentes, que no se avergüenzan de mostrar su amor por su familia.

El estilo de Tabitha Suzuma es maravilloso, rico en metáforas y descripciones que logran que el lector se meta por completo en la piel de Mattie. Una de las cosas que más me gusta de esta autora es que siempre aborda, con mucha delicadeza y sensibilidad, temas tabú en sus novelas, y Herido no es una excepción. Pese a que no es una novela con mucha acción, el ritmo no decae en ningún momento debido al misterioso suceso de aquella noche. La autora va dejando pistas, es cierto, pero yo por lo menos no me esperaba para nada ese giro argumental. La única parte que no me ha convencido de la novela es que el porqué de lo que pasó esa noche no me parece que esté lo suficientemente justificado. de algún modo, sentí que el final era un poco precipitado, que me faltaban un puñado de páginas para terminar de entender y asimilar todo lo que había pasado. Aun así, como siempre, los finales de Suzuma no dejan indiferente a nadie. Son de esos que no se olvidan: tienen un sabor agridulce.
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