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Este libro es un privilegio y un regalo. Bajo esa encuadernación colorida que ya nos desvía la mirada hacía ella, encontramos una historia de recuerdos que nos transporta a nuestros propias vivencias infantiles. Sin adornos, con un trazo limpio en sus ilustraciones y sin distracciones de color. Un verano cualquiera en la infancia de dos hermanos y todo lo que lo hace especial y eterno: entorno rural, animales, juegos fantásticos sin el recurso tecnológico de las ciudades, abuelos, el genial perro Malako y la imaginación que en este contexto los acompaña en un periodo vacacional breve pero intenso. A través de su lectura y sus delicados dibujos , me ha sido fácil entrar en ese espacio y a la vez participar de esas sensaciones únicas que sólo esos descubrimientos infantiles nos pueden otorgar. Recuerdos de veranos concretos, familiares que ya no forman parte de la vida adulta pero que dejan su huella de forma perpetua, lugares que deseamos no cambien jamás. Su lectura nos deja una sonrisa y nos recupera esa paz que en algún momento nos acompañó. Es un libro para tener siempre cercano para rescatarse del olvido y del paso del tiempo. |
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