Todos en mi familia han matado a alguien

Imagínate que eres un Cunningham -que no significa ser de la familia real o algo por el estilo- pero la familia está ante todo. Un día tu hermano te pide ayuda y ves como mata a una persona. Tú crees hacer lo correcto y lo denuncias, pero para tu madre ponerte del lado de los policías es un ultraje, por lo que ahora eres el apestado de las reuniones familiares. ¡Qué bien tía Aloysia, una escapada a un albergue de montaña! Justo el día que Michael sale de la cárcel. Para nada es el típico sitio donde se comete un asesinato y uno de los culpables es alguien de los que se ha quedado atrapado allí por la nieve…

Este libro es un vivo ejemplo de que un narrador lo es todo -o la mayoría- en una historia. A mí me tienes que caer bien como narrador/protagonista y la mitad del trabajo ya lo tienes hecho. Ernie Cunningham te repite todo el rato que es un narrador confiable (o por lo menos esa era la verdad que él creía en ese momento): un escritor de libros sobre cómo se escriben las novelas negras, y que aprovechando todo lo que sabe sobre ellas, sigue los 10 mandamientos del literato Ronald Knox para resolver un asesinato y contarte la historia de su familia. ¿Cómo puede ser que con una novela con tantas muertes me haya podido reír a carcajadas? Te destripa cosas (“si lo que te interesan son los detalles más macabros, las muertes de este libro ocurren o se mencionan en los capítulos tal, tal y tal…”), te dice que aunque el título del libro sea el que es, tampoco son una familia de psicópatas… y bueno, tienes que creerlo.

El tono de la novela hace que tenga buen ritmo, en el que no he encontrado ningún capítulo aburrido ni me he olido hacia donde me llevaba el misterio. Te obliga a estar muy atento porque ya sabes, en esas típicas novelas de misterio de siempre el autor te va dejando pistas sobre quien es el asesino a lo largo del libro… :)