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Natsume Sōseki escribió “Las hierbas del camino” pudiendo ver su obra publicada al morir un año después. El protagonista principal es Kenzo, una proyección autobiográfica de Sōseki. Muchos aspectos de él están en el personaje. Comparten la misma tristeza, buscando el amor y la aceptación que nunca da fruto. No deseado cuando era niño ni por sus padres naturales ni por los adoptivos, la falta de amor marcó a nuestro autor durante toda su vida. Puedes ver estas marcas en su personaje Kenzo, leerlo es mirar a través de un cristal encontrando a Sōseki reflejado allí. La historia comienza envuelta en el misterio de quién puede ser el personaje del hombre sin sombrero. Mezcla momentos del presente juntando pedazos de una infancia perdida y con ellos construye un protagonista autorretrato. Creó una prosa edificada con consumada maestría que narra toda la problemática de sus personajes con quirúrgica precisión narrativa donde la tristeza y el dolor están grabados en su protagonista, pero Sōseki llena tan bellamente este personaje que sentimos que lo conocemos. Estamos ante una novela que es un tortuoso ejercicio autobiográfico, un viaje árido que necesita la paciencia y el esfuerzo del lector... pero para todo aquel que no rehúya del trabajo de transitar por estas páginas, le aseguro el descubrimiento sincero y descarnado del alma de un enorme escritor. Un narrador omnisciente nos contará que Kenzo no está contento en su trabajo de profesor, vive en un matrimonio sin amor, siente que la vida le dio la espalda, no es feliz. La relación con su mujer es mala, repleta de discusiones casi diarias. Ni siquiera sus dos hijas pequeñas ni la llegada de otro hijo es suficiente para dibujar una sonrisa en su rostro. Un día recibe la visita de su padre adoptivo, Shimada, con quien no tenía contacto desde hace años. No es una visita agradable, vino a pedirle dinero. A partir de ese instante los recuerdos amargos del pasado invadirán su mente. Una historia amarga en la que gran parte de la novela es una reflexión melancólica, aunque hermosamente compuesta, en la que Kenzo debe luchar contra los sentimientos que ha despertado ese padre, mientras lidia en su relación de pareja. He leído muchísimos libros, pero puedo decir sin que me tiemble el pulso que el protagonista de esta narración es tremendamente real. No es que lo sientas vivo, en verdad respira, es algo asombroso de sentir. Novela dura en algunos momentos e irónicos en otros acercándonos a una institución tan sagrada como la familia. Personajes fríos y otros repletos de emociones mantienen al lector absorto en la lectura. Aquí el autor se desgarra para decirnos que desde pequeño supo lo que era no ser querido y eso hizo que llevara ese peso emocional durante el resto de su vida. Tanto fue así que incluso en medio de la alegría, desconfió de que la felicidad sólo fuera pasajera. Sōseki , y a través de su personaje de Kenzo, tenía esa visión del mundo. Este libro fue el último testamento que dejó el maestro, con sus penas, miedos, aciertos, siempre envolviendo esos sentimientos en una infinita pena. Una nueva joya a la que nos tiene acostumbrados la editorial Sartori. |
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