La carta

Una vez más el dicho, las grandes esencias en frascos pequeños están, se hace cierto. Y Ediciones Invisibles con el último de sus Pequeños placeres lo ha vuelto a lograr. El segundo libro que leo de este autor William Somerset Maugham, y he de decir que su prosa condensa una cantidad de sentimientos, y provocan unas impresiones que ratifican uno de sus múltiples trabajos, el de guionista. Que ya de por sí sepas que hay versión cinematográfica de este libro, te predispone, aunque no la hayas visto a ponerle cara a una de las protas, en este caso la de Bette Davis.
Los acontecimientos se desarrollan de forma rápida, directa, sin rodeos, con una prosa limpia, que ayuda a la sorpresa que provoca el desenlace. Me ha encantado aprender, como siempre, algo nuevo. En este caso la época en la que Singapur fue colonia de Gran Bretaña, sus costumbres, estructura social y medios de transporte exóticos, aunque aparecen en pequeñas pinceladas, es inevitable buscar para ampliar información.
Los diálogos entre el abogado y Leslie son muy buenos, y no por lo que se dicen, más bien por lo que se callan.
Líbreme dios del buey manso que del bravo me libro yo, un dicho que mi madre repite mucho, y del que me apropio, para usarla como conclusión.