Sur

Mientras leía Sur tenía la sensación de estar manejando un caleidoscopio, sí, ese instrumento óptico que al acercar tu vista al visor te descubre una composición de formas y colores y que con un leve giro te permite ir encadenando sucesivas escenas manteniendo o no formas y colores con un juego permanente de matices.

Antonio Soler retrata en Sur la vida de un barrio en una ciudad, que se adivina bajo el terral, a través de las historias mundanas de los vecinos en las que cabe todo, amistad, amor, sexo, desenfreno, abuso, odio y muerte.

La acción transcurre durante un día de agosto, en el que se localiza un cuerpo moribundo comido de hormigas en un descampado, con un importante elenco de personajes desdichados, patéticos pero entrañables y hasta esperpénticos, gente a la deriva y gente salvándose, sus anhelos y esperanzas, frustraciones y miserias.

Una narración que se presenta continua, sin capítulos, con una prosa descarnada y cruda a veces casi poética, con monólogos, diálogos directos e indirectos que dan agilidad al relato y distintos registros lingüísticos adaptado a la variedad de los personajes.

El autor hace un uso magistral de las palabras, precisas, contundentes, potentes en brillantes descripciones que pincelan todo el cuadro proporcionando un retrato que deja poco a la imaginación del lector.

Una lectura que destapa las miserias del ser humano, con una estupenda ambientación y una potencia visual impresionante.