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Crítica de Paginas_adulteradas


Paginas_adulteradas
19 February 2023
El esqueleto del abuelo de Cándido García fue rescatado de las cunetas en las que echaron a los cuarenta y nueve fusilados en el puente del Romanzal y ahora descansa, con todos los honores póstumos, bajo un monolito expuesto en el cementerio. Los abuelos del narrador, Estanislao Olivera y Manuela Rodríguez, no sufrieron el atropello de los paredones y su memoria no parece digna de rescatar ni redimir. Cuarenta años de juventud de una vida reprimida bajo el peso de la dictadura no tienen cabida en las leyes de restauración de la memoria histórica. El nieto se pregunta, antes de acometer la colosal tarea de darles voz, ¿por qué será que los muertos siempre reportan más ventajas en el manejo tendencioso de la memoria?

Aunque no fueran víctimas de la guerra, Estanislao y Manuela sí que fueron víctimas de la desmemoria de una ley que no los tiene en cuenta por no haber sido fusilados ni sus huesos exhumados de alguna cuneta. La cuneta de Estanislao y Manuela (y de tantxs otrxs) es otra, no se halla junto al puente Romanzal ni a ningún otro. El olvido cubrirá sus nombres cuando no quedará nadie vivo que los recuerde, cuando nadie irá al cementerio a limpiar ni a dejarles una flor. Por ello, el nieto-narrador se convierte en el cronista de su familia para restituir la memoria de la que les privan las leyes. Y para ello bailará entre los lodazales del pasado e iluminará el presente con los recuerdos que nunca deberían olvidarse. Estanislao fue hijo de un rojo eliminado por los suyos. La viuda y el huérfano vivieron gracias a la benevolencia de la familia de don Ramiro, perteneciente a los ganadores, en una constante necesidad de darles las gracias.

Estanislao aprendió a leer con los grabados de las monedas de Franco y tres oraciones. No practicó sobre ningún otro texto, y en su escasa educación quedan claros los dos pilares de la época: el caudillo y la iglesia. Manuela fue una mujer sencilla, una entre tantas que no serán recordadas, que empeñó su tiempo y dedos para procurar abrigo a los suyos. El suyo es el relato del abandono de la memoria, pero con Manuela cae en el lado femenino de esta, que es todavía de un abismo mayor que el de los hombres. No oigo tu palpitar es una novela que, a pesar del sufrimiento, se lee riendo. La exquisita ironía del autor acompaña los más trágicos sucesos e invita a no dejar de leer, a convertirse en un guardián más de la memoria de aquellos olvidados por las leyes de la memoria. No perdáis la pista a esta editorial y a su primer autor.
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