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He disfrutado mucho la novela, he disfrutado la variedad de registros, he disfrutado sus escenas, sus diálogos, sus sagaces comentarios (del tipo “El camino que conducía de uno a otro era tan inevitable que los animaba a dar mil rodeos”). He disfrutado esas pequeñas historias que acompañan al hilo principal, la acertadísima caracterización de los personajes, principales, secundarios o de los que simplemente pasaban por allí,… y, sin embargo, creo que la novela cojea por varias patas. Me ha dado la impresión de que NW empezó siendo una cosa y acabó siendo otra y que ello no fue en beneficio de la novela. Por empezar por lo más llamativo, el libro, que consta de tres partes, tiene una segunda que en sí misma constituye un gran relato, pero que mantiene una relación argumental muy difusa con las otras dos y acaba siendo un pegote. El resto de la novela tiene dos grandes protagonistas femeninas. Leah proviene de una familia de blancos de clase media con un gran futuro por delante. En su juventud, sus preocupaciones se reducían a como divertirse más y mejor mientras exploraba cosas y gentes, y hasta le sobraba tiempo para involucrarse en reivindicaciones sociales muy de su época. Sin embargo, en la actualidad es una persona sin rumbo, con un gran sentimiento de culpa por aquellos que se quedaron en el camino, sin que toda esa transición quede bien explicada en la novela. En mi opinión, siendo lo más interesante del libro, el personaje se queda sin terminar, dando la impresión de haber sido abandonado en mitad de su desarrollo como el juguete de un niño caprichoso en favor de otro con un colorido más vistoso: Keisha (anteriormente conocida por el nombre de Natalie). Keisha, nombre de connotaciones más “blancas” que el verdadero, se había centrado desde muy joven en su porvenir, siendo la primera de su familia en acceder a la universidad. Se siente inferior y se comporta como si tuviera que pedir perdón por haber logrado su actual estatus, como si ello le impidiera ahora cualquier posibilidad de crítica a ese mundo que le permitió la entrada. Zadie nos habla de los hijos y nietos de aquellos que sufrieron a la inolvidable Margaret Thatcher, la que no solo acabó con el estado de bienestar británico sino que seguramente dio el tiro de gracia a la lucha colectiva y dio paso al sálvese quien pueda... sin que muchos se estén dando cuenta de que la mayoría de las veces siempre se suelen salvar los mismos y de la misma forma. Keisha no es de las que se siente salvada, ella termina en esa tierra de nadie en la que el desapego hacia un mundo, el suyo, aquel del que proviene, la descoloca sin que el nuevo acabe por satisfacer sus aspiraciones. Y es que Keisha tarda en comprender su error al pensar “que la vida era un problema que se podía resolver por medio de la profesionalización”, esto es, que la felicidad es un estado proveniente del exterior a uno mismo. Nada más lejos de la verdad, la vida, la buena vida, no se consigue a base de superar niveles como en un videojuego, ni de malgastar el tiempo con tontas disculpas autocomplacientes. El mundo es caótico, azaroso y la vida es suerte, naturalmente, dependemos en buena parte de esa rueda de la fortuna que decide nuestro lugar de nacimiento, la clase social, el color de la piel, los genes… pero también es lucha y a veces simplemente hay que pararse y mirar a nuestro alrededor para comprobar lo cerca que estamos de conseguirlo... y estar cerca es quizás mejor que haber llegado. En fin, si te gustan las novelas sobre esa clase media desgraciada y degradada; si te gusta profundizar en las razones o quizás sensaciones que nos van separando sin apenas darnos cuenta de nuestros padres, de nuestros amigos, de lo que fuimos o queríamos ser; si quieres asistir a como la vida, en lugar de fortalecernos, nos hace cada vez más vulnerables; si te interesan temas como la maternidad, la amistad, el compromiso social; y si, por último, tienes en cuenta que Zadie Smith escribe de lo que conoce y además sabe cómo describirlo y desarrollarlo, entonces y solo entonces te puede llegar a interesar esta novela que pudo ser magnífica. |
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