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A principio de los años treinta, Stalin impuso entre la población campesina la colectivización forzosa. El aparato del Estado requisó cosechas y alimentos. Ello condenó a muerte por inanición a unos siete millones de personas en toda la Unión Soviética, particularmente en Ucrania. Familias enteras se vieron obligadas a alimentarse de hierbas o cortezas de árboles, e incluso se comían a los perros, gatos y hasta a las ratas. La situación llegó a tal punto que se ha llegado a afirma que en las zonas rurales más pobres se produjeron hechos de canibalismo. El stalinismo consideraba el sistema soviético un paraíso perfecto, el comunismo era el paradigma de justicia e igualdad. Las aberraciones y perversiones de la naturaleza como los asesinos en serie sólo podían existir en el infame sistema capitalista. Los comunistas no entendían que un camarada asesinase a varias personas sino existía un motivo político, económico o pasional para ello. Sin embargo, después de la muerte de Stalin en 1953, un sujeto logró tambalear ese supuesto paraíso soviético. Lo consiguió acabando con la vida de más de medio centenar de personas y perpetrando con sus cadáveres todo tipo de aberraciones. Aquel criminal se llamó Andrei Chikatilo. Un sujeto que con su obsesión por la sangre y el sexo, demostró al KGB y al gobierno soviético que sí era posible que en la URSS existiese la brutalidad. Los asesinatos de Chikatilo fueron ocultados a la ciudadanía durante décadas. Su historia es recordada en el libro que hoy reseñamos y que ha acabado convirtiéndose en una buena película. Tom Rob Smith, el autor de este “El niño 44”, hace, es verdad, una interpretación bastante libre de esos hechos, pero logra una interesante e inquietante historia que adentra al lector en el asfixiante mundo que debió ser aquella época, en la que el miedo a ser acusado de cualquier cosa podía llevar a toda una familia a algún alejado gulag, si no a la propia muerte. El protagonista de esta historia es un miembro de la MGB (más tarde KGB) que descubre que alguien se dedica a asesinar y descuartizar niños rusos. Sus superiores no creen esa historia ya que en el paraíso socialista no existe ese tipo de crímenes. Se convierte, así, en un proscrito, lo que le llevará a poner en juego su vida y la de su familia. Tom Rob Smith diseña una historia casi perfecta, pero introduce al lector en un final inesperado, que, a su vez, enlaza con el principio, pero que a mí, sinceramente, no me convence, pues se aleja de la verdadera realidad. En definitiva, se trata de una vibrante novela de ficción histórica que nos intenta explicar cómo funcionaba la sociedad soviética en la época stalinista mientras nos sumergimos en una trama de crímenes y persecuciones. “El niño 44” es una novela de lectura adictiva. |
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