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El desconcierto se hace presente a lo largo de la lectura de esta novela. No encuentras el por qué está considerada como una de las obras de terror más sugerentes y desconocidas. Durante su lectura encuentras trazos de thriller, de novela negra, de suspense pero sin los elementos necesarios que definen una buena historia de terror. Y sin embargo, los elogios de aquellos que la leen son notables. Y ahora lo puedo llegar a entender. E incluso comparto el entusiasmo que rodea a esta novela que hay que encuadrar dentro de ese comodín que supone lo inclasificable. Porque cuando eres consciente de su propuesta, con todas las implicaciones que sugiere ese sorprendente desenlace, entiendes su aroma aterrador y lo evidente de su arriesgada propuesta. Eso si. Tienes que impregnarte de la historia, entender a los personajes, acompañarlos a lo largo del desconcierto de sus doscientas cincuenta páginas en la búsqueda de la pieza del puzzle que no termina de cuadrar. En todo momento intuyes, como el protagonista, que algo no va bien en ese personaje central de la novela, pero eres incapaz de saber el que. Te haces tus ideas, conjeturas, sospechas acerca de un desenlace que no acaba de llegar. Y cuando hace acto de presencia ya estás perdido. Y no solo por lo sorprendente que llega a ser, que solo por eso merece todos los elogios recibidos. Sino por la ambigüedad, la impresión , el absoluto desconcierto que supone una explicación tan sencilla pero que llena tu cabeza de numerosas preguntas. El autor quiere que te las hagas y eso genera en tus pensamientos decenas de horrores aún más terribles de los que te pueda narrar esta novela. ¿Acaso eso no es lo que busca un buen libro de terror? Esta novela no te puede dejar indiferente. O la consideras una tomadura de pelo o, como yo, te rindes a los mecanismos silenciosos de un género lleno de sorpresas. |
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